Reírnos nos hace bien y esto se sabe desde hace mucho tiempo. A través de la historia encontramos diferentes culturas que han ido potenciando espacios para la risa, desde los taoístas hacia el siglo VI a.C, quienes desde su filosofía motivan a vivir el presente a través del equilibrio y armonía, estimulando el sentido del humor y la risa.
En la Edad Media en Europa habían bufones en las cortes que actuaban para hacer reír a los asistentes y ya más adelante en el siglo XVI, Mulcaster recomienda la risa como parte de los ejercicios físicos regulares.
Kant, también hablaría de la risa en el siglo XVIII, apuntando a que esta ocurre cuando las personas perciben elementos que se contradicen o que son incompatibles o absurdos.
A fines del siglo XVIII y principios del XX Freud discutiría de la risa, el chiste y su relación con el inconsciente, diciendo que a través de ésta, se liberan ciertas energías negativas y que sirve para vivir mejor.
En el siglo XX connotados profesores de Harvard daban a conocer la importancia de la risa en la salud psicológica de las personas y con Patch Adams, padre de la risoterapia, estas ideas se hicieron más conocidas por el mundo.
Si bien hoy no existe una única respuesta a la pregunta ¿Por qué nos reímos? Sí existe consenso en que es que reírse hace bien, que se liberan endorfinas y aumenta la secreción de serotonina, combatiendo el estrés y ansiedad, ayuda a dormir mejor, mejora la circulación, potencia la creatividad, favorece el tránsito intestinal, además de favorecer y potenciar equipos de trabajo.
Los equipos de trabajo más eficientes, tienen sentido del humor ya que esto genera relaciones más colaborativas. En este sentido reírse y ser divertido no significa dejar de hacer el trabajo, sino potenciarlo a través de los equipos de trabajo.
Ahora, ¿Cómo me relaciono con mi equipo de trabajo? ¿En qué medida puedo aportar en una cuota de humor sin pasar a llevar a mis compañeros?